Se llama timo de
la velocidad máxima y es una nueva forma de engañar a los conductores
españoles. Primero se habla de la posibilidad de subir la velocidad en
autopista y autovía de 120 a 140 km/h y al cabo de una semana llega el
ministro del Interior y anuncia a bombo y platillo en una reunión en
Barcelona que las carreteras que estaban limitadas a 100 km/h pronto
tendrán un límite de 90. En concreto antes de acabar el año.
Y para completar un poco más el nuevo timo, anuncia igualmente que en algunas zonas urbanas el límite de 50 actual se va a rebajar hasta los 30 km/h.
Eso sí, entre tanto se sigue hablando de que está en estudio la
posibilidad de subir el límite máximo pero ya esta vez solo es de de 120
a 130 km/h en autopistas.
Con
el cambio de Gobierno llegó al frente de la Dirección General de
Tráfico una mujer muy preparada, María Segui. Una persona que sabe de
seguridad vial más que nadie en España, pero desgraciadamente no es la persona que decide qué es lo que se hace en las carreteras españolas para conseguir más seguridad.
Las
decisiones las toma el ministro del Interior y por encima de todo el
presidente del Gobierno. Y por eso, la política de la nueva DGT,
desgraciadamente, va a ser la misma que en la época de Pere Navarro. Es
decir, más radares y más límites de velocidad. Y por supuesto más multas.
El
director general saliente anunció dos medidas estrella en su
departamento antes de que le echaran del cargo, que fueron: reducir la
velocidad de 100 a 90 km/h en las carreteras sin calzada desdoblada y
limitar la velocidad de 50 a 30 km/h en algunas zonas urbanas.
La
decisión de bajar de 100 a 90 la velocidad en las vías secundarias creo
que es lógica porque las carreteras cada vez tienen un peor
mantenimiento, no se arreglan los baches y la señalización es muy
deficiente. Pero lo que me parece impresentable es que el poco dinero
que hay para mantenimiento, que es mínimo, se vaya a utilizar en cambiar otra vez las señales, esta vez las de 100 por otras de 90 km/h.
Y sobre todo en reparar 350 radares,
la mitad de los que tiene la DGT, que en este momento están
inutilizados por falta de mantenimiento. Es decir, que nuestros
impuestos van a utilizarse no en mejorar la seguridad vial sino en
mejorar los sistemas de que nos pongan más multas.
En
cuanto a la limitación de 50 a 30, es todavía más penoso. En este caso
lo que se trata de evitar son atropellos, pero aunque la directora
general seguro que lo sabe, el ministro probablemente ni se ha enterado
que los peatones cruzan por mitad de la calle sin molestarse en mirar si
viene algún coche ya que van más pendientes del móvil o el MP3, o
simplemente de pensar en sus cosas. Y como los peatones lo hacen mal, los conductores tenemos que ir más despacio.
Pero
esto no acaba aquí. Todavía queda en el aire otro tema más, la
velocidad máxima variable, de la que también han hablado. Esa movilidad
de la velocidad máxima no significa que en una autovía limitada a 100,
como la M40 de Madrid que en algunos tramos tiene hasta cinco carriles,
se vaya a poder circular, si no hay ningún peligro y la visibilidad es
óptima, a más de 100 km/h.
Significa
que si hay 20 coches se limitará a 80 y si hay 100 habrá que ir a 50,
con lo cual los atascos serán interminables. Y el ejemplo más claro es
la aplicación por parte de la Generalitat de la velocidad variable hace
unos años en las carreteras catalanas que supuso un auténtico calvario
para los conductores catalanes
Pero claro, detrás de cada una de esas señales variables habrá un equipo de radar dispuesto a cazar a un incauto que no se haya dado cuenta del cambio de velocidad.
Lo
malo es que para aplicar estos sistemas hay que hacer una gran
inversión en paneles en las carreteras y no creo que España esté en su
mejor momento para hacer fuertes inversiones, pero además, es que esas
velocidades limitadas las van a decidir en cada momento los funcionarios
de turno, entre un café y un cigarrito y una conversación del partido
del día anterior.
Creo que, desgraciadamente, lo único que ha
cambiado en la nueva DGT es su directora general que ahora sabe de
verdad de lo que habla, por primera vez en muchos años, pero por encima
siempre estará la política del Gobierno en materia de circulación y
carreteras, que, con Rajoy a la cabeza es exactamente la misma que en
tiempos de Zapatero: al conductor hay que quitarle hasta la última peseta, ya sea por impuestos, por multas, por peajes o por lo que sea.
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