Según las estádísticas, un 2% de la población es psicópata. Los psicópatas circulan enmascarados buscando una presa a la que infringuir daños físicos o psicológicos. Es importante conocer su perfil, para identificarlos, evitarlos y desenmascarlos.
Un psicópata tiene una personalidad sin empatía, sin emociones, sin sentimientos, capaz de maltratar a cualquiera y que trata las personas como si fuesen cosas. Como no hay
sentimiento, le es igual que sea un bebé, un niño o un adulto. La falta de emociones puede responder a un problema de socialización o a una cuestión genética. Si es una adquisición social, como podría ser
el caso de niños maltratados que repiten un patrón de conducta, el
tratamiento resulta normalmente satisfactorio, hay una respuesta clara.
No es el caso, obviamente, de los casos en los que esta frialdad y falta
de emociones es innata.
Un caso ha conmociado especialmente estos dias, con el secuestro y asesinato de la pequeña Miriam por parte de este asesino psicópata llamado Jonathan Moya Gonzalez, que a estas alturas, todavia tiene perfil en Facebook, que por cierto es fan del Real Madrid y de Mariano Rajoy, me pregunto si existe el mismo denominador común en el perfil de otros psicópatas. algun denominador común.
A la luz de los hechos, Jonathan Moya era un consumado mentiroso. Bajo
la chistera de la red y el parapeto de la distancia, el joven almeriense
supo construirse una identidad paralela desde la que engatusar al menos
a dos jóvenes madres. Según el testimonio de una chica, se creía una
especie de don Juan (nombre con el que le conoció Gema María Cuerda)
bajo cuya mascara se ocultaba una personalidad a la que no le importó
segar la vida de Miriam.
En Facebook, y esta vez con su nombre real, Jonathan Moya González, flirteaba con chicas fingiendo ser un exitoso empresario ganadero que había estudiado en la Universidad de Almería. Haciendo gala de semejante currículo en su perfil social, trató de tirarle los tejos a Yessica Quintana, con quien se vanagloriaba de tener una posición económica holgada
La joven explicó a este rotativo que ambos hablaban "alguna que otra vez", aunque "nada interesante". Cibernéticamente ambos se conocieron "hace algo más de un mes" a través de dicha red social. Fue después de que él le enviara una solicitud de amistad y se interesase por saber si se encontraba casada. A pesar de tener dos retoños, nunca dejó entrever un interés especial por su condición de madre, si bien sí que no dudo en dejar claro que "le parecía muy guapa a pesar de tener dos nenes". Conforme ganaba su confianza, Quintana relató que se interesó por el hecho de "si tenía algún tipo de relación con mi ex, a lo que le contesté que no, que ni tan siquiera me pasaba nada para los nenes".
A poco que cogieron confianza y las charlas se hicieron un poco más asiduas, Moya seguía su cortejo a la par que le dejaba claro que "tenía posibles", con la intención de reforzar ese cartel de ser un buen partido y garantizarle una buena posición económica. No tardó en pasar a la acción e insinuarle que por negocios viajaba mucho, por lo que no le importaría en alguna de sus muchas singladuras desembarcar en Las Palmas de Gran Canaria, donde ella reside actualmente, para "bebernos algo".
Esta declaración de intenciones no llegó a más, si bien su testimonio revela que Moya siguió la misma red de mentiras utilizada para ganar la confianza y el corazón de la vecina palmerina. En su círculo de amigos Cuerda había reconocido los sinsabores de relaciones anteriores.
Quizás por ello la joven confió en la red para abrir el abanico de su círculo de amistades. Fue a través de internet como conoció Moya, quien parecía cumplir con ese prototipo de príncipe azul que buscaba, si no fuese por un importante matiz que mantuvo oculto hasta el final: bajo su perfil de hombre responsable y solidario, que se jactaba de colaborar como rejoneador en corridas benéficas, se escondía un delincuente que había salido de la cárcel en julio por un delito de estafa. La cara oculta que logró mantener hasta el trágico secuestro.
En Facebook, y esta vez con su nombre real, Jonathan Moya González, flirteaba con chicas fingiendo ser un exitoso empresario ganadero que había estudiado en la Universidad de Almería. Haciendo gala de semejante currículo en su perfil social, trató de tirarle los tejos a Yessica Quintana, con quien se vanagloriaba de tener una posición económica holgada
La joven explicó a este rotativo que ambos hablaban "alguna que otra vez", aunque "nada interesante". Cibernéticamente ambos se conocieron "hace algo más de un mes" a través de dicha red social. Fue después de que él le enviara una solicitud de amistad y se interesase por saber si se encontraba casada. A pesar de tener dos retoños, nunca dejó entrever un interés especial por su condición de madre, si bien sí que no dudo en dejar claro que "le parecía muy guapa a pesar de tener dos nenes". Conforme ganaba su confianza, Quintana relató que se interesó por el hecho de "si tenía algún tipo de relación con mi ex, a lo que le contesté que no, que ni tan siquiera me pasaba nada para los nenes".
A poco que cogieron confianza y las charlas se hicieron un poco más asiduas, Moya seguía su cortejo a la par que le dejaba claro que "tenía posibles", con la intención de reforzar ese cartel de ser un buen partido y garantizarle una buena posición económica. No tardó en pasar a la acción e insinuarle que por negocios viajaba mucho, por lo que no le importaría en alguna de sus muchas singladuras desembarcar en Las Palmas de Gran Canaria, donde ella reside actualmente, para "bebernos algo".
Esta declaración de intenciones no llegó a más, si bien su testimonio revela que Moya siguió la misma red de mentiras utilizada para ganar la confianza y el corazón de la vecina palmerina. En su círculo de amigos Cuerda había reconocido los sinsabores de relaciones anteriores.
Quizás por ello la joven confió en la red para abrir el abanico de su círculo de amistades. Fue a través de internet como conoció Moya, quien parecía cumplir con ese prototipo de príncipe azul que buscaba, si no fuese por un importante matiz que mantuvo oculto hasta el final: bajo su perfil de hombre responsable y solidario, que se jactaba de colaborar como rejoneador en corridas benéficas, se escondía un delincuente que había salido de la cárcel en julio por un delito de estafa. La cara oculta que logró mantener hasta el trágico secuestro.
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