A medida que se conocen nuevos detalles de las subvenciones para
cursos de formación en Madrid, va quedando más claro que el empresario José Luis Aneri es solo una pieza más dentro de un complicado engranaje que servía para que las ayudas públicas pasaran a manos privadas.
La Comunidad de Madrid le señala en distintos informes como el hombre que gestionó en 2012 unos 4,4 millones
de euros que estaban destinados a la formación y cuya justificación
nunca se ha completado. Ninguna de las asociaciones afectadas ha
denunciado, pese a que ahora tienen que devolver grandes cantidades que
ponen en peligro su supervivencia. Guardan silencio oficial y tratan de
desvincularse del empresario, hasta ahora en paradero desconocido. Dos
semanas después de que EL PAÍS publicara la investigación interna
llevada a cabo por técnicos de la Comunidad de Madrid, es Aneri quien
cuenta su propia versión de los hechos.
“Solo facturé a las asociaciones por los cursos que estas me
encargaban”, señala el empresario cordobés, de 34 años, a través de una
carta remitida a EL PAÍS por su abogado. En la misiva recuerda que él no
es apoderado "de ninguna asociación", no le han sido otorgados "poderes
de ningún tipo” ni tampoco ha pedido ayudas de forma directa. Sin
embargo, según los datos del Ejecutivo, eran las asociaciones las que
solicitaban las ayudas a la Comunidad de Madrid, en muchos casos dejando
como persona/ lugar de contacto a Aneri y las sedes de sus empresas,
principalmente Sinergia Empresarial.
El empresario atribuye esa decisión a las propias asociaciones que
son, añade, “las que ponen el dato de persona de contacto en el impreso
de solicitud que ellas redactan, firman y aportan al ente administrativo
correspondiente”.
Aneri asegura que su única función con las asociaciones era impartir
cursos y que lo hizo “siguiendo las directrices y condiciones de la
asociación que ha conseguido que se le conceda la subvención”. Los
informes de la Comunidad de Madrid lo señalan como el responsable de la
duplicación de alumnos en los cursos subvencionados. Algunos llegaron a
hacer 30 cursos en un solo mes, según los datos regionales.
El empresario añade que el control y la justificación de las ayudas
corresponden “por ley” a las asociaciones. Las convocatorias oficiales
añaden que esa verificación deben de hacerla también las
Administraciones durante la celebración de los cursos, pero la Comunidad
de Madrid no detectó las supuestas irregularidades hasta que comenzaron
a vencer los plazos de requerimiento para la justificación de ayudas.
Según los informes de la Comunidad, Aneri y sus empresas figuraba
como persona de contacto para reclamar toda esa documentación, aunque el
empresarios señala en su defensa que es la asociación la que debe
justificar “por sí misma en primera persona sin delegación y / o
subcontratación” esa ayuda.
Legalmente son las asociaciones las que deben responder por el dinero supuestamente defraudado y así se lo reclama ahora la Comunidad de Madrid,
que pide la devolución de 4,4 millones. Hasta el momento ninguna de las
afectadas ha presentado denuncia ni en los juzgados ni en la policía.
Distintas fuentes señalan que todo este sistema se apoyaba en las
mordidas que cobraban las asociaciones, en torno a un 20% de las
subvenciones.
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