13 de mayo de 2013

Un estafador con rosario

Franklin Jeovany Torres Torres es un embaucador con hábito. De nacionalidad hondureña, extremadamente devoto, dice ser sacerdote. Jovencísimo, con 20 años, en 2007, recorrió Gipuzkoa. Llamó a la puerta de muchos conventos. Vendía sueños. Los de novicias de Honduras que querían venir a España a completar su formación y continuar con la misión de aquellas ancianas que pueblan monasterios en los que hace tiempo nadie franquea el umbral hasta la eternidad.

Franklin Torres también compró sueños. Quienes le abrieron la puerta creyeron en aquel estafador con rosario. Vestido con hábito convenció a las hermanas del convento de Santa Brigida de Lasarte. El futuro inmediato de la abadía, levantada en 1675, estaba garantizado. La Policía Nacional detuvo al falso sacerdote a principios de marzo en San Sebastián acusado de favorecer la inmigración ilegal, estafa, usurpación e infracción de la Ley de Extranjería. Torres deberá declarar ante el juez el próximo 13 de junio, según el auto dictado el pasado jueves por el Juzgado de Instrucción número 1 de San Sebastián.

La compraventa de sueños tenía comisión. Franklin Torres defraudó 13.000 euros a las religiosas guipuzcoanas y 230.000 lempiras —al cambio unos 9.000 euros—, a la congregación de Misioneras de Nuestra Señora de la Presentación de Intibucá, una comunidad humilde, según sus responsables, asentada en el sureste de Honduras. A las primeras les prometió novicias, a las segundas, un futuro prometedor para algunas de sus jóvenes vocaciones.
Franklin Jeovany Torres.

Xabier Andonegi oficia misa todos los días a las 09.00 en la iglesia de San Pedro, en Lasarte. Desde el altar encara el coro, dividido en dos pisos y en el que se distribuyen las religiosas de clausura del convento de Santa Brigida. Las conoce a todas, también es su capellán. De las cuatro religiosas guipuzcoanas que quedan, la mayor, “demente”, tiene 95 años, la más joven, 85.

El párroco no pudo sino sorprenderse cuando en marzo de 2008 durante un servicio, al levantar la vista divisó a cuatro monjas jóvenes. Nunca antes las había visto. Al terminar el oficio el párroco se acercó hasta las religiosas y entonces oyó por primera vez el nombre de Torres. Escuchó como un sacerdote había visitado meses antes el convento y les había hablado a las religiosas de Santa Brigida de una pequeña congregación de Honduras, de cómo allí intentaba “sacar a flote un colegio de una zona pobre y de cómo les podía enviar novicias”, recuerda Andonegi, sentado en su despacho.

El falso sacerdote detalló a las religiosas el importe de la operación. Debían ayudarle con los gastos de desplazamiento a razón de 500 euros por novicia. Torres regresó a Honduras y entonces cambiaron los términos del acuerdo, el presunto estafador comenzó a exigir entre 1.300 y 1.500 euros por cada monja “alegando que recientemente había habido un cambio en el Gobierno de Honduras y que las tasas [para salir del país] habían subido”, precisan desde la Policía. Las 12 novicias tendrían que haber llegado en enero de 2008, finalmente fueron cuatro y lo hicieron en marzo. Vestidas con hábitos que el propio Torres les compró ingresaron en el convento guipuzcoano. Antes, el falso sacerdote les había aleccionando convenientemente a lo largo de un mes cómo debían comportarse, añade Andonegi.

Al párroco no le costó destapar el fraude. Tras una primera reunión con las supuestas religiosas descubrió que “venían con la idea de aprender, de pasar una temporada y luego buscar trabajo”. El párroco junto al padre Agustín Echevarria, un fraile franciscano de Arantzatzu ya fallecido, y la persona elegida por el Vaticano como delegado responsable de la orden de las Brigidas en España, se pusieron en contacto con el Arzobispado de Honduras. Un simple email confirmó que Torres nunca había sido ordenado sacerdote y que no era la primera vez que urdía una estafa parecida.

Falta de vocaciones

Que una persona extranjera se acerque a un monasterio y ofrezca novicias no es un hecho excepcional, al menos para Xabier Andonegi, párroco de Lasarte y capellán del convento de Las Brígidas, en la misma localidad guipuzcoana. Andonegi reconoce una falta de vocación en España, la realidad que subyace tras la estafa al convento. Una percepción, que sin embargo no comparten desde el obispado de San Sebastián y la Conferencia Episcopal, que recuerda que los seminaristas han aumentado un 2,3% respecto al año anterior, sumando un total de 1.307.

España cuenta con 834 conventos de clausura femeninos y 35 masculinos, según datos de la misma institución, y 409 congregaciones de ambos sexos, lo que supone 46.527 religiosos de vida activa -los dedicados a la vida contemplativa no se recogen en ninguna estadística-, apuntan desde la Conferencia Española de Religiosos.

La persona que decide quién ingresa en una comunidad es la superiora del mismo, explica una hermana Carmelita del convento del Buen Pastor de Zarautz, en el que hay 16 religiosas pero tienen capacidad para 21. Cada monasterio es autónomo y a raíz de una serie de entrevistas y de un proceso se depuran las vocaciones auténticas. Porque no se es monja de la noche a la mañana, advierte Andonegi. Los votos definitivos se juran tras cinco años “aunque los trámites se están acelerando o no son tan rigurosos, nadie pide credenciales a una persona que asegura ser sacerdote, por ejemplo”, señala, “cada obispado tiene un responsable que visita los conventos y que viene a hacer unas labores de supervisión”.

“¡Qué bueno, qué bueno!”. Sor Nolvicia, miembro de la congregación de Misioneras de Nuestra Señora de la Presentación de Intibucá, no oculta su satisfacción cuando al otro lado del teléfono y desde Nicaragua se entera de que el falso sacerdote ha sido detenido en España. La religiosa relata como Torres les “exigió dinero para apoyar a las hermanas de España. Préstamos que nos iba a reembolsar” y que nunca volvieron a ver. Desde su comunidad no salió ninguna novicia camino de Lasarte. Las religiosas hondureñas denunciaron al falso sacerdote, que para construir su estafa se hizo pasar por Benedicto XVI para convencer a las hermanas de que la voluntad y empeño del joven cura, y, sobre todo, su currículum, no escondía ninguna trampa.
“A las dos semanas la superiora les invitó a abandonar el convento”, explican fuentes policiales. Andonegi y Echevarria decidieron que las falsas religiosas de Honduras debían volver a su país. “No queríamos tener ningún problema con la ley de Extranjería. Y el propio padre Echevarria, en su coche, las llevó hasta Madrid para que en Barajas cogieran un avión hasta Honduras”, relata Andonegi. Las religiosas de Lasarte no sólo corrieron con los gastos de entrada de las cuatro falsas montas, también con los de salida. Además, acordaron dar “el difícil paso de denunciar”.

Las hermanas intentaron ponerse en contacto con Torres. Fue imposible. El supuesto religioso de verbo convincente desapareció, pero su nombre nunca se terminó de desvanecer entre los miembros de la Brigada de Extranjería y Fronteras de la Comisaría de San Sebastián. El caso del cura de hábito simulado era excepcional. Entre el catálogo de argucias que las mafias habían empleado hasta entonces para introducir inmigrantes irregulares no había una entrada para falsos sacerdotes, tampoco fue fácil recoger pesquisas en un convento de clausura.

Los agentes sólo trataron con la madre superiora. Les costó convencerla de que interpusiera una denuncia. “No quería que la gente que les ayuda, que les dona dinero o que cree en lo que hacen perdiera la confianza en ellas”, relatan fuentes policiales, y corrobora el párroco de Lasarte. Finalmente, la religiosa accedió y a través del padre Echeverria se hicieron todas las gestiones.

Cuatro palabras, Franklin Jeovany Torres Torres, resonaron a principios de marzo en la Comisaría. El falso sacerdote había regresado a Gipuzkoa y quería regularizar su situación, ya lo había intentado antes de que se descubriera la estafa al convento. El embaucador con rosario fue detenido y puesto a disposición del juzgado de Instrucción Número 1 de San Sebastián, que le dejó en libertad con cargos. El arrestado siempre actuó solo, aunque en Honduras tuvo que recurrir a una tercera persona para la ocultación del dinero, según las mismas fuentes.

Torres regresó a España convencido de que no iba a levantar ninguna sospecha. El estafador abandonó Honduras con la seguridad de que aquí nadie le buscaba, según fuentes policiales, y volvió a calzarse el hábito de sacerdote —“sigue manifestando que es religioso”, apuntan desde la Policía—. Pero cometió un error de cálculo, suponer que nadie, tras cinco años, le estaba esperando en San Sebastián.

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