30 de mayo de 2013

Internet, la telaraña del crimen

Las telas de araña que construyen los arácnidos son un invento perfecto: unas estructuras que les permiten atrapar a sus presas sin tener que gastar energía para cazarlas. Los finos hilos que forman la red son a la vez flexibles y resistentes. Internet y las nuevas tecnologías se han convertido en una especie de telaraña global que es utilizada por todo tipo de criminales: terroristas, narcotraficantes, estafadores, blanqueadores de dinero sucio, vendedores de pornografía infantil...

La operación Arthur recientemente impulsada por las autoridades estadounidenses ha supuesto el desmantelamiento de un enorme banco virtual, que servía para lavar las ingentes ganancias del crimen organizado sin mancharse ni arriesgarse. Arthur Budovsky, el presunto cerebro de esta impresionante organización, una auténtica plataforma financiera del cibercrimen, fue arrestado la semana pasada en el aeropuerto de Madrid-Barajas junto con su lugarteniente.

Liberty Reserve, la estructura creada por Budovsky, fue el medio que sirvió para blanquear más de 6.000 millones de dólares mediante más de 55 millones de transacciones ilegales. Cualquier mafioso, narcotraficante o estafador podía mover cientos de miles de euros con un simple click. Sin mancharse ni despeinarse. Esta red también había extendido sus tentáculos a España, como había podido constatar la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF).

Es sabido que Internet es el vehículo de adoctrinamiento y comunicación de Al Qaeda, cuyos lobos solitarios se nutren y retroalimentan a través de las enormes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. No es extraño, pues, que los servicios de espionaje de medio mundo hayan desarrollado potentes herramientas capaces de rastrear en unos pocos minutos millones de páginas web en busca de claves y consignas reveladoras de planes terroristas en cualquier parte del planeta. El objetivo hoy es impedir que el notable avance de las técnicas de encriptación les permita el envío de mensajes que puedan ser indescifrables para la policía.

La Red es el canal que emplean los narcotraficantes para distribuir fácilmente todo tipo de drogas sinténticas y medicamentos falsificados, sin tener que recurrir a los clásicos camellos humanos. Y después, esta misma tecnología es la que les facilita el lavado de sus descomunales ganancias.
Las unidades de delitos tecnológicos de la policía y la Guardia Civil emplean muchos de sus esfuerzos en combatir a miríadas de estafadores que, como arañas en espera de sus presas, utilizan Internet para lanzar su cebo y engañar a todo tipo de incautos con las llamadas cartas nigerianas y otro tipo de engaños.

Internet es el mar por el que navegan pederastas, ciberacosadores, vendedores de pornografía infantil, usurpadores de identidades ajenas, traficantes de armas, espionaje industrial, proselitismo sectario, ladrones de propiedad intelectual, etcétera. Estoy convencido de que las unidades policiales de lucha contra la ciberdelincuencia, que nacieron hace unos pocos años como un grupo auxiliar de otros investigadores, están llamadas a ser reforzadas humana y materialmente en breve. El peligro de la telaraña del crimen es evidente.

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