Mi marido se despertó y vio una luz en la entrada de la habitación.
Una linterna. Creía que las niñas, que se iban de campamento al día
siguiente, estaban jugando. Salió del cuarto y vio a alguien bajando las
escaleras. Cogió a las dos niñas y nos encerramos todos en la
habitación hasta que llegó la policía. Nos dimos el susto de nuestras
vidas. Luego supimos que había una banda de cinco personas, dos dentro
de la casa, dos en la calle y otra esperando en el coche, tratando de
desvalijarnos”. Gema Vega recuerda con total nitidez el robo que sufrió
en su chalé a finales del pasado julio. Vive en una casa unifamiliar en
Herrera de Camargo (Cantabria), cerca de Santander. Desde entonces, toda
precaución es poca: los dos perros que antes dormían en el garaje están
en casa; han instalado una alarma; las persianas están cerradas toda la
tarde...
Los robos en casa habitada
son uno de los delitos más inquietantes. La sensación de vulnerabilidad
es absoluta. Lo de menos es que los ladrones se lleven la tele, el
iPad, la cámara de vídeo, las joyas o el móvil. Lo de más es que la
víctima queda en manos del asaltante, de su mejor o peor voluntad, y
cualquier cosa puede pasar dentro del hogar sin que nadie oiga ni vea
nada...
Algunos delincuentes solo quieren robar y, si son descubiertos, salen
corriendo. Pero hay otros que no dudan en atar —o dar una paliza— a los
moradores de la casa para llevarse lo que desean. Le ocurrió al
presidente de la patronal de Girona, Jordi Comas, que falleció asfixiado
el pasado 19 de noviembre tras ser amordazado en su casa durante un
robo. Esta misma semana, otros cacos han robado en una vivienda de una
hermana del fallecido. En este caso, tuvieron más suerte: no había nadie
en casa.
“A nosotros solo nos robaron 50 euros de la cartera, pero piensas en
las niñas, de 10 y 13 años, y te echas a temblar”, recuerda Gema. “Yo no
podía dormir después de aquello. Te sientes totalmente indefenso. Es
una invasión brutal de tu intimidad. Y en nuestro pueblo, que es muy
pequeño, ha habido ya cuatro robos en los últimos meses”. Los titulares
de prensa relacionados con este tipo de delitos se suceden: “Detenidos
54 miembros de una banda especializada en robos a domicilio”. “Oleada de robos en una urbanización”. “Los robos en viviendas se multiplican”. “Unos ladrones saquean la casa de Cruyff en Barcelona”.
Pero, ¿supone esto que están aumentando de manera descontrolada? Aunque
las fuerzas de seguridad tienen la sensación de que hay un incremento, y
el Ministerio del Interior dice que se están tomando medidas para
combatir los robos en domicilios, lo cierto es que estadísticamente no
se puede comprobar. No hay datos que permitan comparar este año con los
anteriores; tampoco 2011 con 2010; ni 2010 con 2009.
Los últimos datos ofrecidos por Interior (los más fiables para
estudiar la criminalidad) dicen que los robos en domicilios han subido
un 24,5% a lo largo de los nueve primeros meses de 2012 en relación con
2011. El incremento, de ser cierto, sería espectacular. Pero desde el
ministerio se advierte que el sistema de cómputo ha cambiado; que ahora
se incluyen en este concepto los robos a garajes, trasteros y otras
dependencias que antes no se incluían. Por lo tanto, habrá que esperar
al año que viene para que la comparativa tenga sentido.
El negocio de la venta de alarmas, en tiempos de crisis, parece
seguro. Las compañías de seguridad en los hogares afirman que no han
visto reducida su cartera de clientes este año. A la hora de abrocharse
el cinturón, las familias han optado por dejar de comprar coches,
muebles y equipos audiovisuales, según el último informe del Instituto
Nacional de Estadística, pero no han escatimado en esfuerzos para
ahuyentar a los ladrones a pesar de que el precio medio es de unos 1.000
euros por instalación de la alarma y 30 euros al mes por su
mantenimiento.
La empresa Securitas Direct, un referente en el sector, ha asistido a 18.727 avisos en lo que va de año, de los cuales 2.646 han sido saltos de alarma con “coacción, atraco o emergencia médica”, un total de 321 avisos más respecto al año anterior. Para esta información, la aseguradora no cuenta las falsas alarmas.
Esta misma compañía afirma que el día con más incidentes es el sábado. Los martes, miércoles y jueves suelen ser los días más tranquilos. La franja horaria con más siniestros es de once de la noche a cuatro de la madrugada. Y las Comunidades con más saltos de alarma son Madrid (3.968), Barcelona (2.230) y Valencia (1.067).
La empresa Securitas Direct, un referente en el sector, ha asistido a 18.727 avisos en lo que va de año, de los cuales 2.646 han sido saltos de alarma con “coacción, atraco o emergencia médica”, un total de 321 avisos más respecto al año anterior. Para esta información, la aseguradora no cuenta las falsas alarmas.
Esta misma compañía afirma que el día con más incidentes es el sábado. Los martes, miércoles y jueves suelen ser los días más tranquilos. La franja horaria con más siniestros es de once de la noche a cuatro de la madrugada. Y las Comunidades con más saltos de alarma son Madrid (3.968), Barcelona (2.230) y Valencia (1.067).
Ahora mismo, la única cifra que se puede manejar es el total: de
enero a septiembre se han producido 92.911 robos en domicilios en
España; 344 al día. Lo que sí se puede comparar es el primer trimestre
de 2012 con el segundo y con el tercero. Y no se aprecian cambios
significativos. Es decir, no ha habido más robos en septiembre o agosto
que en enero o febrero.
Los robos se distribuyen de distinta manera en función de los
territorios. Si se comparan los datos globales con la estimación del
parque de viviendas de 2011 del Ministerio de Fomento (que incluye
segundas residencias), se aprecia una pauta: el porcentaje de domicilios
que han sufrido un robo con respecto al total se dispara en la costa
mediterránea. Almería, Alicante, Valencia, Tarragona, Girona y las islas
Baleares, son, junto a Toledo, las provincias en las que el porcentaje
de robos es mayor. Esto puede estar relacionado, según fuentes
policiales, con el gran número de casas de veraneo que hay en casi todas
esas provincias.
Estos datos se refieren solo a robos con fuerza. Es decir, cuando no
hay violencia o intimidación de por medio. Cuando así sucede, el
ministerio engloba estos delitos como “delincuencia violenta”, grupo que
también ha sufrido un incremento de un 7,2% en los primeros nueve meses
de 2012 en relación con 2011 —mientras que la delincuencia en general
ha bajado un 1,6%—. Pero el dato tampoco sirve para saber si los robos
con violencia en las casas han aumentado, porque incluye asaltos a todo
tipo de establecimientos y otros delitos violentos. Casos como el de
Jordi Comas en Girona no son habituales, pero el miedo que provocan es
mucho mayor que el de miles de robos en casas vacías. Un puñado de
sucesos de este tipo pueden generar una gran sensación de inseguridad.
Algunos de estos casos son atroces. “Yo tendré miedo mientras viva.
El trauma se queda para siempre”, relata Julio Ansoleaga, de 73 años.
Sobrevivió a un asalto en su caserío de Urduliz (Bizkaia) en diciembre
de 2009 y aún tiene secuelas físicas y psíquicas. Era lechero, y
agricultor, y no ha podido volver a hacer su trabajo desde entonces.
“Era la tercera vez que entraban en el caserío de mi hermana Felisa a
robar. Yo pasaba allí mucho tiempo, porque tenía 83 años y estaba sola”.
El primer día, escucharon a los perros ladrando y unos ruidos. Julio
subió a una de las habitaciones y lo encontró todo patas arriba. “Como
yo vendía leche y hortalizas, había dinero en efectivo por ahí. Se lo
llevaron y lo destrozaron todo”.
Regresaron semanas después. Ese día, Julio entró en la casa y vio a
un tipo con una mochila al hombro. Estaba acompañado. “Me lancé hacia
ellos, pero empezaron a pegarme. Mi hermana, que estaba en la cocina,
salió. Le dieron una paliza”. La Ertzaintza detuvo a una banda rumana
que robaba en casas, y Julio reconoció a uno de ellos. “Pasó un mes y
medio en la cárcel, pero salió. Yo creo que esos mismos fueron los que
vinieron la última vez, a vengarse”.
Esa “última vez”, Julio estaba subiendo las escaleras de su casa
cuando le engancharon tres hombres. Hicieron como que le iban a tirar
por el balcón. Luego le llevaron a la cocina, lo pusieron boca abajo y
le pegaron hasta romperle once costillas. Después lo ataron de pies y
manos. A su hermana, Felisa, también. Allí los dejaron. Era viernes.
‘Julito, suéltame’, por favor, me decía mi hermana. Pero yo estaba
también atado. Chillaba y chillaba, pero allí no apareció nadie. Ella
rezaba esperando para morir”. Nadie les encontró hasta tres días
después. Felisa había muerto y Julio estaba en coma. Tenía los brazos a
punto de gangrena. Aún no se ha repuesto. La mano izquierda no puede
usarla y ahora, cada vez que ladran los perros, se teme lo peor. Los
culpables no han sido hallados. “¿Cómo se va a olvidar algo así? El
miedo se te queda dentro para siempre”.
Son los casos más graves, pero los menos frecuentes. Otras veces, las
víctimas están dentro de la casa pero no se enteran del robo porque
están dormidas. “Es una suerte”, explica Juan C., de 64 años. Estaba en
su chalé del sur de Tenerife junto a su mujer y su sobrino. Cuando
despertaron, faltaban los móviles, algunas chaquetas, objetos varios...
Los ladrones habían pasado junto a los dormitorios (quizá incluso
entraron). Pero ellos dormían tan profundamente que no oyeron nada. Las
chaquetas robadas no debieron gustar a los ladrones, porque aparecieron
más tarde en la casa de un vecino.
Otra posibilidad es pillarles con las manos en la masa. O creer que
es así. Amparo F., bajó a tomar una cerveza con su padre, en el barrio
Salamanca (Madrid). Como mucho, tardó una hora. Cuando regresó, con su
hija, vio que había una pegatina en un lugar distinto a donde la había
dejado. Les gritó: “Señores, si están ahí, me voy a cerrar en la
habitación un minuto para que se vayan”. Cuando salió, con su niña, ya
no había nadie. Fue un robo exprés meticuloso y preciso. A diferencia de
lo que suele ocurrir, que los ladrones dejan la casa patas arriba
registrándolo todo, en este caso habían actuado con una precisión de
cirujano. Los ladrones eran una banda de rumanos adolescentes
especializados en actuar rápidamente y sin dejar huella. Algunas
víctimas no se dan cuenta hasta semanas después.
El 90% de los robos los perpetran grupos de varias personas que
actúan habitualmente, según fuentes policiales. Clanes familiares y
bandas organizadas (algunas de españoles; otras de extranjeros —sobre
todo colombianos, rumanos y marroquíes y argelinos—; y otras mixtas) que
en ocasiones viajan por toda España robando de casa en casa. Algunas
funcionan como auténticas multinacionales del robo en viviendas, con más de un centenar de miembros.
Desde la policía se asegura que están encontrando algunas
dificultades para actuar en estos casos. “Los jueces están poniendo
muchos problemas para las intervenciones telefónicas; la prueba es
complicada porque los ladrones extreman las medidas de seguridad; y,
finalmente, la pena que se les suele imponer es leve”.
Hallar a los culpables suele ser misión imposible. Pero a a veces las
nuevas tecnologías ayudan. En la casa del investigador Pere Barceló en
Felanitx (Mallorca) entraron tres jóvenes después de verlo salir de
viaje con las maletas. Su madre descubrió el destrozo poco después. Se
habían llevado la cámara de vídeo, la cámara de fotos, la playstation,
material de sonido... y un ordenador portátil. Logró localizarlo con un
dispositivo que tenía el aparato, envió a la Guardia Civil por whatsapp
el mapa con el lugar exacto, y los agentes, que actuaron rapidísimo,
los pillaron in fraganti. Consiguió recuperar casi todo lo que le habían
robado.
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