El escritor neoyorquino D. Foy vivía un gran momento: estaba a punto de
casarse y de publicar su primera novela. Para la boda, quería un traje
hecho a medida, y escribió un correo electrónico a un sastre con buena
reputación para requerir sus servicios. Un mes y varios intentos más
tarde, no tenía respuesta, así que Foy hizo lo que haría cualquier
consumidor con recursos digitales: escribió una crítica negativa del
sastre en Yelp. Minutos más tarde, recibía un correo: «Ya sé de tu
comentario. También sé que eres escritor. En cuanto salga tu novela me
aseguraré de que todos mis empleados la machaquen en Amazon. Será mi
prioridad».
Así se destrozan las reputaciones en 2013: vía mensajes anónimos en
webs y aplicaciones de crítica colectiva. El fraude va mucho más allá de
ser una anécdota. El mes pasado, también en Nueva York, se culminó una
operación policial que llevaba más de un año en marcha: detuvieron a los
responsables de hasta 19 empresas dedicadas al tráfico de críticas
amañadas que se posteaban en Yelp, Citysearch y Google Local.
Para eso, la policía llegó a montar una tienda falsa de yogur en
Brooklyn y solicitar los servicios de estas empresas fraudulentas, que
subarrendaban sus servicios a autores freelance de Bangladesh, Europa del Este y Filipinas. Les pagaban de uno a 10 dólares por reseña.
Este tipo de noticias daña la reputación de foros que hasta ahora se
habían erigido como paladines de la crítica democrática: ya no había que
esperar a que un amigo te recomendase un local o a leer sobre él en un
periódico, cualquiera podía ser un creador de opinión. Pero cualquiera
podía, también, arruinar la fama de un negocio rival o adornarse la
propia con comentarios fraudulentos. Elliot Adams, portavoz de Yelp, una
de las webs líderes del sector con más de 108 millones de visitantes al
mes, aclara: «Le sorprenderá saber que nosotros colaboramos
estrechamente con la policía en esa operación y en otras. Desde que
nacimos en 2004 sabíamos que habría gente que trataría de aprovecharse
del sistema. Por eso tenemos un filtro que comprueba todos los
comentarios para saber si son auténticos».
Para Adams, a pesar de los posibles fraudes, servicios como el suyo
siguen siendo útiles y revolucionarios: «Los días en los que alguien
podía pagar un anuncio y controlar así su imagen están acabados.
Nosotros hemos ayudado a reequilibrar la balanza del poder a favor del
consumidor», dice.
Desde el otro lado no siempre lo tienen tan claro. Manel Casals,
director general del Gremio de Hoteles de Barcelona, hace una distinción
entre las páginas de reserva que incluyen opiniones de huéspedes y
foros como Ciao o el gigante TripAdvisor, en los que no es necesario
haber disfrutado de un servicio para opinar.
Aun así, les concede toda
la importancia: «Las recomendaciones online son un factor
fundamental a la hora de elegir un hotel, seguramente el más
determinante». Ante las prácticas sucias, como los chantajes de
consumidores que amenazan con que les hagan un descuento o escriben una
crítica negativa en TripAdvisor, en la asociación aconsejan hacer caso
omiso y, cuando se presenten desencuentros reales, actuar con la mayor
transparencia: contactar con el consumidor disgustado e intentar atajar
el problema. Alexandra De La Torre gestiona con su agencia, Social
Gourmets, el posicionamiento online de varios restaurantes. Ella también
le da mucha importancia a la reputación digital de sus clientes, pero
aclara: «No podemos ser esclavos de los comentarios, que muchas veces no
son constructivos ni objetivos». ¿Qué prefiere, una crítica de media
página o un puñado de comentarios positivos en los foros? «Una buena
crítica llega a más gente, pero no te garantiza que el local se llene el
mes entero. Cada vez son más los amantes de la gastronomía que se fían
del boca a oreja y de las reseñas de la gente. Hay que trabajar ambas».
El mundo de la hostelería es el más afectado, para bien o para mal, por
este fenómeno que se ha incrementado con las aplicaciones de
geolocalización, como Foursquare, que permiten comprobar lo que se dice
de un bar antes de entrar. Pero las vendettas se dan también en
ámbitos como el literario, sacudido por escándalos como el de John
Locke, un autor que había conseguido vender hasta un millón de copias de
sus libros electrónicos. En parte, gracias al dinero que se gastaba
comprando críticas falsas en la web GettingFakeReviews.com
(literalmente, ConseguirCríticasFalsas.com). Pagaba unos 6.000 dólares
por cada 300 reseñas falsas que se colgaban en Amazon y otros foros.
Otro escritor, Jeremy Duns, desenmascaró a su colega R. J. Ellroy como
autor de cientos de autocríticas positivas y de otras tantas reseñas
negativas de sus rivales.
Como solución, hay quien sugiere que cada comentario escrito en Amazon, el mayor mercado online
de bienes culturales, vaya enlazado a un perfil de Facebook (para que
se pueda comprobar que esa persona existe) o, al menos, a la compra del
producto del que se está hablando. Ya es demasiado tarde para volver al
modelo tradicional, que nominaba a una sola voz para criticar desde una
atalaya mediática. En el nuevo mercado global, todo el mundo tiene una
voz, aunque sea a cambio de un precio.
1 comentaris:
El pasado día 16 (miércoles Santo), después de una llamada efectuada por una amable señorita para concretar el momento en que nos traerían el famoso libro de cuentos de 3€, se presentaron dos personas que una vez más intentaron sin éxito, después de hora y media, vendernos gracias a los 4950 puntos de antigüedad, un lote valorado en más de 2.000 € en 36 meses. Me parece vergonzoso este sistema de engañar a las personas, utilizando mil y una tretas diferentes sin el más mínimo pudor, vulnerando tu espacio, tu tiempo, tu intimidad y tu economía si no andas listo. Pienso que es un tema muy serio, que debería llegar a los medios de comunicación, ya que últimamente también utilizan la imagen de Bertín Osborne y, mucho me temo, que él. no lo debe si saber.
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