Artur Baptista da Silva, de 61 años, un tipo algo calvo, de mirada
seria, gestos concentrados y pico de oro, condenado varias veces por
falsificar documentos y cheques, tras salir de la cárcel de Lisboa en 2011, logró, con una habilidad insuperable, hacerse pasar en Portugal durante meses por un economista experto de la ONU
con la misión de elaborar un informe sobre la salida de la crisis de
los países de Europa del sur.
Cobró una fulminante celebridad a base de
dar conferencias en locales exclusivos lisboetas y entrevistas en
influyentes medios de comunicación donde, en el fondo, con palabras
claras y el teórico (y espurio) respaldo de las Naciones Unidas, decía
lo que la gente está deseando oír: que la austeridad ahoga al país y lo
lleva al desastre. Ahora, tras ser descubierto en Navidad, Baptista da
Silva se ha volatilizado de Portugal, nadie sabe dónde está, y la
Fiscalía acaba de enviar el asunto a la Policía Criminal a fin de que
investigue los posibles delitos de este impostor disfrazado de
economista global.
Todo empezó, como en esas historias de Mortadelo y Filemón
de hace años, en la Academia do Bacalhau, en Lisboa. A este lugar
desembarcó armado con su labia de tertuliano perfecto, su talento de
anguila para zigzaguear, un taco de tarjetas falsas de visita y un tocho
económico robado a un especialista francés de la Unesco
que languidecía en Internet y con el que el falso experto aseguraba
haber ganado un premio internacional. “Era una persona muy educada,
parecía muy preparada, jamás pensamos que no podía ser cierto lo que
decía”, explicaba en la emisora TSF Mário Nunes, presidente de la
Academia do Bacalhau. En esta institución, Baptista regaló algunas
charlas, se dio a conocer, esgrimió un currículo más falso que las
victorias ciclistas de Lance Armstrong y acertó al deslizar la tarjeta
al hombre adecuado. Meses después, el conocido Internacional Club de
Lisboa le invitaba para dar una conferencia sobre su tema favorito (y el
del país): la crisis. Y el 4 de diciembre alcanzaba la cumbre de un
conferenciante profesional lisboeta al impartir, durante una cena, una
solemne charla en el exclusivo y elitista Grémio Literário titulada La crisis europea. La utopía de la UE y la pesadilla del euro. ¿Qué salida digna le queda a Portugal?
Se presentaba como doctor en Economía Social por la Milton Wisconsin
University, universidad que no existe desde 1983. La cena costaba
treinta euros por asistente. Como acostumbraba, acertó a decir lo que
los oyentes querían oír sobre una economía gripada que estrangula a Portugal, y recibió una cerrada ovación al terminar, con algunos de los comensales puestos en pie.
Fue ovacionado en una cena que costaba 30 euros por asistente. Acertaba a decir lo que los oyentes querían oír sobre la crisis
De ahí a escalar a los medios de comunicación había un paso. Y Baptista da Silva lo dio. El prestigioso semanario Expresso
publicaba el 15 de diciembre una larga entrevista con el falso
consultor de la ONU a doble página, acompañada de una gran fotografía en
la que aparecía muy serio, enfundado en un elegante abrigo oscuro y
mirando al horizonte, con una carpeta de papeles bajo el brazo que,
seguramente, contenía el informe económico mangado de Internet. El
titular era contundente: “Si Portugal no negocia ahora [los intereses de
la deuda], lo hará en seis meses de rodillas”, decía el expresidiario.
Tras esto, fue convocado después por emisoras importantes como la TSF,
periódicos de referencia como el Diário de Notícias
y cadenas de televisión como la SIC, donde compareció en su programa
estrella de debate el 21 de diciembre, flanqueado por los habituales —y
verdaderos— economistas, políticos y periodistas. Allí, con su facilidad
tranquila para la exposición contundente y el desparpajo algo pedante
marca de la casa, juntaba los dedos de las dos manos como un cardenal y
soltaba (por ejemplo): “En Naciones Unidas estamos muy preocupados por
las consecuencias sociales de las medidas de austeridad. Tenemos que
salir de esta crisis. Ya les hemos preguntado a las autoridades europeas
si no van a otorgar las mismas condiciones a los portugueses que les
han dado a los griegos”.
Sus compañeros presidiarios se quedaron estupefactos al verlo perorar
en una tertulia de sesudos. Ricardo Sá Fernandes, un viejo compañero
del instituto ahora abogado y que se encontró con Baptista años atrás en
una visita rutinaria en la cárcel, al descubrirle trajeado dando una
lección de economía mundial aplicada pensó para sí mismo, según ha
relatado la revista Visão: “Hay que ver este tío cómo ha sabido
darle la vuelta a la tortilla”. Según este mismo semanario, su propio
hijo, a pesar de lo mucho que Baptista da Silva les había mentido a lo
largo de su vida, dudó de que el padre “no hubiera llegado realmente a
ser un importante empleado de la ONU”. Y Rosa Adanjo, profesora de
portugués y adicta a los programas de política portuguesa, creyendo que
era en verdad un experto de la ONU, comentó al oírle hablar de la
crisis: “Por fin un economista que dice lo que yo pienso”. Incluso hubo
columnistas de prensa que, como Adanjo, alabaron su intervención y se
quejaron públicamente de que sus palabras no acarrearan ninguna reacción
por parte del Gobierno. Tras esto, Baptista se reunió, entre otras
personalidades de la política portuguesa, con el secretario general del
segundo sindicato más importante del país, la UGT, al que instruyó sobre
las recetas necesarias para burlar la recesión.
Al saberse descubierto, el impostor envió un escrito a la agencia Lusa en el que denunciaba "linchamiento mediático"
Pero poco antes de Navidad comenzaron las dudas. La cadena de
televisión TVI no picó el anzuelo y tras contactar con la ONU supo que
Baptista no trabajaba allí. Días más tarde, la misma ONU emitía un
comunicado para dejar claro que ese tipo que andaba por Lisboa
adoctrinando a sus compatriotas no era consultor de este organismo. La
prensa portuguesa se lanzó a investigar el resbaladizo pasado de
Baptista da Silva, en el que hay muchas lagunas y del que poco se sabe
con certeza, excepto sus varias condenas por falsificación de documentos
y por atropello. Nadie sabe a ciencia cierta, por ejemplo, si de verdad
estudió Gestión de Empresas como él asegura o qué beneficio económico
ha sacado de esta aventura (las charlas no las cobraba). Paralelamente,
claro, se convertía en una mezcla de bufón y héroe en Facebook, donde aparecía (y aparece) en todo tipo de chistes y fotomontajes, desde personaje del año en la revista Time hasta guitarrista de fado en una tasca.
Él, al saberse descubierto, huyó de su casa, desconectó los teléfonos
móviles y se esfumó, no sin antes —genio y figura— enviar un escrito a
la agencia Lusa en la que denunciaba el “linchamiento mediático” del que
se sentía víctima. Mientras, los portugueses, algo huérfanos de
economistas afines y un poco demagogos, han vuelto, qué remedio, a oír
cómo los de costumbre comentan la crisis de todos los días.
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