8 de octubre de 2012

Anne Germain, la punta del iceberg de una gran estafa

Un hombre va a ver a un vidente y al llegar llama a la puerta. ¿Quién es?, preguntan desde el otro lado. "¿No lo sabe?", dice el cliente, "pues menuda porquería de adivino". Este chiste, tan viejo como malo, lo reconozco, viene al pelo sin embargo para tratar de desenmascarar de una vez por todas la gran estafa de los videntes, adivinos, futurólogos, echadores de cartas, etc, etc.

Leo con asombro como muchos medios destacan estos días que un extrabajador de Mas allá de la vida denuncia que el programa de Telecinco es un fraude. ¿De verdad hace falta que lo diga un exempleado para que nos demos cuenta? Para el que no lo sepa, diremos que el citado espacio consiste en que una farsante llamada Anne Germain, autoproclamada medium, contacta con los espíritus de los familiares y amigos del invitado de turno y le trasmite sus mensajes, lo que suele provocar una catarata de lágrimas. Para mayor impacto el invitado es siempre un famoso que, previo paso por caja, se presta a este descomunal engaño. Un programa de televisión bochornoso y un insulto a la inteligencia y al sentido común, cosas que no deben abundar a tenor de los magníficos datos de audiencia que suele cosechar.

El caso de Anne Germain es el más famoso pero ni mucho menos el único. Basta enceder el televisor a determinadas horas (ya casi a cualquiera), abrir las páginas de anuncios clasificados de los periódicos o darse un paseo junto al estanque del madrileño parque del Retiro, para intuir el tamaño del fraude al que nos enfrentamos. Estamos ante canales temáticos en los que los echadores de cartas desfilan uno tras otro veiticuatro horas al día, centenares de líneas 902, de esas que te roban un ojo de la cara nada mas descolgar el teléfono, y "consultas" privadas de mediums y adivinos de toda clase, que estafan centenares de millones de euros a sus incautos clientes ante la pasividad de las autoridades.

Quizá la clave de porqué ni la Policía, ni la Fiscalía, ni las asociaciones de consumidores meten mano a este asunto está, como casi siempre, en el vil metal. A ver quién es el guapo que desmonta un negocio que, según se calcula, mueve unos 3.000 millones de euros al año en España, con tres mil empresas dedicadas a esta estafa que dan empleo a cien mil personas. Bien pensado, debería ser al contrario, el tamaño del fraude justificaría una acción urgente ante esta red de estafadores y farsantes.

Insisto una y otra vez en la palabra estafa, que la Real Academia define como el " delito consistente en provocar una perjuicio patrimonial a alguien mediante el engaño y con ánimo de lucro". Produce cierto rubor tener que recordarlo pero, dado el volumen del negocio y la cantidad de usuarios que tiene, parece pertinente hacerlo. Los adivinos, mediums y brujos de todo tipo no tienen ningún poder sobrenatural y, por lo tanto, obtienen un dinero por un servicio que no prestan, es decir, estafan. La mayor parte de las veces juegan sin escrúpulos con los sentimientos de la gente, lo que les hace doblemente ruines. Se aprovechan normalmente de la desesperación, la ansiedad y la incultura de muchas personas que buscan en ellos las respuestas a sus problemas, como el desamor, la soledad, el paro o la desesperanza.

Claro está que no siempre es así, hay excepciones si cabe más bochornosas. Por increíble que parezca, personas supuestamente tan preparadas como el presidente norteamericano, Ronald Reagan y su esposa Nancy recurrían con asiduidad a los consejos de la vidente Joan Quigley y la actual secretaria de Estado, Hillary Clinton, confiesa que ha acudido a sesiones esotéricas del "experto" Jean Houston para invocar a los espíritus de Eleanor Roosevelt y Ghandi y recibir así sus consejos y su fuerza. ¡Da pavor pensar que algunas de las personas que toman algunas de las decisiones mas importantes para este planeta se dejan llevar por esta clase de supersticiones!

Ojalá el fraude denunciado por el ex empleado del programa de la medium Anne Germain sirva para abrir los ojos de muchos miles de incautos que llenan los bolsillos de estos inmorales y desaprensivos estafadores. Y ojalá que las autoridades se decidan a hincarle el diente a este asunto y poner coto de una vez a esta estafa silenciosa, pero de grandes dimensiones.

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