“¿El señor Shang? Póngase a la cola. Hay mucha gente que le busca”.
Así habla un portavoz de la empresa propietaria de los cines Casablanca,
en pleno Paseo de Gracia de Barcelona. Y se refiere al empresario,
actor, productor y director cinematográfico Salomon Shang, dueño
de Producciones Kaplan, una activa compañía cinematográfica que ha
llegado a sacar al mercado hasta cuatro películas al año. Pero hoy por
hoy, a Salomon Shang parece habérselo tragado el asfalto barcelonés. No
aparece por ningún lado, no existen los teléfonos donde hasta hace poco
podía ser localizado e incluso la web de Producciones Kaplan está
desconectada.
Sin embargo, le busca mucha gente porque ha
dejado un reguero de deudas. Socios, trabajadores y hasta la Generalitat
le han perdido la pista. La consejería de Cultura le ha dado por
desaparecido, pero su interés es especial: su empresa tiene varias sanciones que suman casi 600.000 euros
por falsear los números de copias para la exhibición de sus películas y
así cobrar cuantiosas subvenciones, pero también por falsear el número
de espectadores y la recaudación de sus películas. En realidad, Shang se embolsó durante los últimos años casi 4 millones de euros en ayudas públicas.
Eso sí, porque declaraba unos números referentes a asistencia de
público muy superiores a los reales para poder justificar las ayudas
oficiales.
El tema ha llegado tan lejos que en Facebook se
ha creado una plataforma de afectados por Salomon Shang y Producciones
Kaplan. Uno de los afectados, el productor Xavier Catafal, envió
también el pasado mes de junio una extensa carta al director general del
Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales (ICAA), Carlos Cuadros,
denunciando al avispado productor. Le decía en la carta que “el
instituto que dirige parece dedicar todos los esfuerzos del servicio de
inspección a perseguir a las empresas que, actuando dentro de la
legalidad, cometan algún error administrativo y buscar errores de forma
en lugar de perseguir prácticas que, basándose en el fraude de ley,
consiguen aumentar las cifras del cine español”.
Porque la
práctica de Producciones Kaplan era declarar una asistencia de
espectadores y de recaudación a las proyecciones de sus películas muy
superiores a las reales para, de esta manera, tener derecho a recibir
subvenciones oficiales. Del documental La dona sense ànima, por ejemplo, declaró 22.930 espectadores y 134.666,40 euros de recaudación. Y de la continuación de este documental, La dona del bosc, 22.934 espectadores y 136.085,10 euros. De El viatge de la llum,
otro documental que fue sacando al mercado desde 2005 a 2007, hizo
cuatro filmes, que, según sus números, tuvieron desde 21.113 hasta
29.683 espectadores. Y de Carl Gustav Jung, que es una
“entrevista inédita descubierta y restaurada” por Shang declaró
388.243,50 euros de recaudación y 62.131 espectadores. Uno de sus
detractores, sin embargo, le acusa de mentir, ya que esta última “es una copia idéntica de la famosa entrevista del doctor Jung en su casa de Zurich con el doctor Evans, que salió a la venta en Estados Unidos en el año 2001 con el título Jung on Film”.
El
último año, según su rival Xavier Catafal, se llevó 1.796.966,30 euros
de subvenciones por cuatro películas que sacó al mercado. Asesino a sueldo (protagonizada por Juan Luis Galiardo, Assumpta Serna y el propio Shang) se llevó 784.605,87 euros; La llegenda de l’innombrable (también con Galiardo y Shang en papeles estelares) se llevó 624.718,21 euros; Notes al peu (documental) se llevó 156.373,33 euros; y Cineclub
obtuvo 231.268,99 euros pero luego recibió 222.295,60 euros más a
través de una coproductora. Y el monto total durante los últimos años se
sitúa en dos millones de euros más, con lo que las ayudas públicas que se embolsó llegan casi a los 4 millones de euros.
El
mes de enero pasado, el nombre de su productora ya fue protagonista en
los Premios Gaudí, cuando poco antes de la gala unos escritos anónimos
que comenzaron a circular por el sector acusaba a Producciones Kaplan de
intentar comprar a miembros del jurado para condicionar sus votos. El
presidente de la Academia del Cine Catalán, Joel Joan, admitió
que las denuncias tenían una “apariencia verídica” y Shang incluso
anunció que abandonaba la Academia y una querella contra Joan. El
portavoz oficial de la Academia quitó importancia al asunto, garantizó
la limpieza de las elecciones y las aguas volvieron a su cauce.
Pero
la Generalitat ya tenía enfilado a Shang y a sus empresas. El 30 de
marzo, le puso la primera sanción por 8.000 euros. Pero ya no pudo
entregar ninguna notificación porque el productor y su empresa no se
encontraban por ningún lado. En los meses siguientes, la cosa fue a más.
Los números no cuadraban y comenzaron a acumularse los expedientes por
“incumplimiento del procedimiento establecido de control de asistencia y
declaración de rendimientos de las salas de exhibición”. A partir del
30 de mayo se formalizaron varios expedientes con sanciones de 8.000,
53.000, 57.000 y 61.000 euros. Y a finales de septiembre, el consejero
de Cultura le impuso otras cinco nuevas sanciones de 75.000 euros cada
una por falta muy grave.
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