Deportistas que recurren al dopaje, financieros que construyen estafas piramidales, personalidades que copian…
“¿Por qué hacemos trampas?” se pregunta esta semana el New York Times que echa mano de varios estudios recientes sobre psicología para obtener la respuesta: “porque la vida puede ser muy cruel”. La obsesión con la imparcialidad, con lo justo, puede llevarnos a ser deshonestos, a cometer pequeñas trampas cotidianas que compensen las que atribuimos a los demás.
“En el competitivo mundo de “el-ganador- se-lo-lleva-todo” en el que nos movemos, hacer trampas se convierte en una cobertura frente a la otra sensación, más desagradable, de ser un zoquete”, concluye el diario.

De momento, le cuesta a unos más que a otros: griegos y portugueses están hartos de que les señalen con el dedo. Seis ciudadanos helenos, según el diario alemán Handellsblat, han presentado una demanda “por difamación, libelo y denigrar los símbolos nacionales ” contra la revista alemana Focus y el periodista autor del artículo titulado “estafadores en la zona euro” que se ilustraba, en Febrero del año pasado, con una Venus de Milo haciendo una peineta. El Irish Times, en un reportaje desde Lisboa, recoge la reacción de un taxista que al conocer que la nacionalidad de su pasajero es irlandesa, le espeta: “ya sabe que nos llaman “pigs””. Un término acuñado por la prensa británica que, según aclara Le Monde, ha sido sustituido por el de “países periféricos del euro” después de las quejas de racismo y xenofobia formuladas, entre otros, por la prensa española.
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