28 de febrero de 2011

Quien fue Ponzi ?

Muchos confunden erróneamente los esquemas piramidales ilegales con negocios totalmente legales como los de distribución en red. Son totalmente distintos. Y bien vale la pena establecer las diferencias. Y, de paso, alertar a nuestros lectores para que no caigan en la trampa de las pirámides financieras que prometen luengos beneficios sin trabajo o esfuerzo alguno y sepan detectarlas y poner en asunto a sus familiares y amigos.

De hecho, muchos esquemas piramidales intentan disfrazarse como legales, pero la clave es de dónde provienen los beneficios. En el caso de los negocios de distribución en red y ventas directas, los beneficios derivan de la venta y distribución de de productos y servicios, la creación de clientelas y redes de distribuidores asociados. Por el contrario, en los esquemas piramidales los beneficios derivan de aportaciones financieras y reclutamiento de personas que aporten financieramente. De hecho, su promesa es que “no tendrán que vender nada”. Son dos modelos distintos: uno legal, otro ilegal. Uno basado en venta de productos y servicios; otro basado en aportes financieros.

LAS PIRÁMIDES FINANCIERAS

A los esquemas de estafa financiera se les llama Pirámides de Ponzi porque originalmente el modelo fue creado por un astuto estafador italo-norteamericano, Carlo Ponzi. Ponzi, natural de Rávena, Italia, llegó a Estados Unidos en 1903. En 1919 se percató que los italianos residentes en Estados Unidos enviaban en sus cartas cupones canjeables por dinero a sus paupérrimos familiares en Italia, de manera que pudiesen responder las cartas. Eso le hizo saltar la chispa de su estafa: montó una compañía llamada Securities Exchange Company. Luego empezó a repartir cupones prometiendo una ganancia del 50% en 45 días o del 100% pasado los tres meses. Rápidamente hizo fortuna. Políticos y medios de comunicación le promovieron como ciudadano ejemplar. Todo funcionaba: los intereses eran pagados puntualmente. Muchas viudas hipotecaron sus casas, otros sacaron sus ahorros de los bancos, y todos invirtieron en el negocio de Ponzi. El dinero manaba como de una fuente prodigiosa.

El periódico Boston Post pidió al analista financiero Clarence Barron que evaluara el esquema de Ponzi y se demostró su raíz fraudulenta. Los ingenuos inversionistas montaron en cólera y se presentaron en las oficinas de Ponzi. Fue a prisión y el 1 de noviembre de 1920 fue condenado por fraude a cinco años de prisión. Tres años más tarde fue excarcelado y le condenaron a nueve años más. Huye a La Florida y pone en marcha otra estafa. Antes de que le descubran escapa a Texas. Se afeita la cabeza y el bigote para intentar irse del país en un buque mercante. Termina en prisión. En 1934 lo excarcelan y, a la salida de prisión, un grupo de víctimas de sus estafas le aguardan para lincharlo. Sólo la intervención policial le salva de la ira de sus engañados. Le deportan a Italia. Allá, llegó a ser asesor financiero de Mussolini y, de nuevo, intenta montar su esquema fraudulento sin éxito. Termina trabajando en una línea aérea italiana que volaba en Brasil y que estaba complicada en el contrabando de materiales estratégicos. Ponzi murió en la miseria en Brasil en 1949.

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