8 de abril de 2010

El defraudador español: varón, directivo y con antigüedad en la empresa

La picaresca no conoce límites. El fraude en las empresas españolas ha crecido de la mano de la crisis económica. El último informe sobre delitos económicos y fraude empresarial realizado por PriceWaterHouseCoopers muestra que este tipo de delitos en nuestro país se incrementó en los últimos 12 meses un 53%, mientras que en Europa el aumento fue del 39,6% y a nivel global del 43%.

No obstante, en España el perfil de defraudador cumple con unas características peculiares. Mientras que en el resto del mundo este tipo de prácticas se da más entre cargos intermedios, el español es, en la mayor parte de los casos, varón, miembro de la alta dirección y con entre 6 y 10 años de antigüedad en la empresa.

“Cada dirección en su área de influencia encuentra distintas oportunidades de fraude”, explica a Cotizalia.com Javier López Andreo, director responsable de Forensic Services de PWC en España. “Se da más entre hombres que mujeres y se trata de personas conocedoras de las debilidades de central”.

Así, los casos que se ha encontrado la firma en su estudio anual conforman un amplio abanico de posibilidades a la hora de defraudar a la compañía y se pueden englobar, principalmente, en tres grandes grupos: apropiación indebida, sobornos y corrupción y manipulación contable. Este tercer caso es el que más ha crecido en el último año por el aumento de la presión con la crisis en la consecución de objetivos.

En lo referente a la apropiación indebida, la principal motivación viene dada por la necesidad de “mantener el estilo de vida” de los defraudadores y la manera más fácil es mediante facturas a proveedores de servicios, ya que venden un intangible.

“Se han llegado a construir una pequeña mansión en las Islas Baleares metiendo las facturas del proyecto en la compañía”, asegura López Andreo a Cotizalia.com.

Otro caso que ha llamado la atención de la firma es el de un alto directivo de la filial española de una tabaquera extranjera destinada a labores de distribución y marketing en nuestro país.

El implicado en cuestión aprovechó una promoción en los estancos por la que con el cartón de tabaco se regalaba una bebida alcohólica para crear una compañía fantasma a nombre de su mujer, de manera que metía un diferencial al precio de las botellas que se embolsaban directamente.

“Es una práctica difícil de detectar”, afirma López Andreo. “Lo que hacía es en el presupuesto final de la promoción de la marca bajar, por ejemplo, el número de mecheros con lo que la cantidad final cuadraba”.

Otro de los casos recurrentes es el de empleados fantasmas. En este sentido, las empresas con mucha rotación presentan más riesgo que las empresas públicas o con platillas reducidas. Así, un director de Recursos Humanos dio de alta en nómina a familiares que cobraban un sueldo y que luego no trabajaban. “Esto es fácil de hacer en empresas con un alto número de empleados donde realmente no se sabe quién es quién”.

Finalmente, los casos de soborno y corrupción tienen como fin obtener concesiones, licencias y ventajas, mayormente en países donde este tipo de prácticas forman parte de la cultura local. Por ejemplo, PWC ha descubierto una empresa del sector tecnológico que en un país africano pagaba a una compañía local que supuestamente actuaba de comisionista el 7% de cada factura con el fin de que contara con fondos para pagos y sobornos a funcionarios.

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