La Operación Pompeya, llevada a cabo entre junio y agosto de 2015, destapó una de las mayores redes de prostitución y blanqueo de dinero en clubes de alterne a lo ancho y largo de nuestro país. Una operación que culminó permitiendo aflorar una facturación cercana a los 400 millones de euros y un fraude fiscal en torno a los 115 millones. Sin embargo, en las coberturas e informaciones de aquel entonces apenas se habló de uno de los aspectos clave de estas actividades delictivas: la tecnología tuvo gran parte de culpa del éxito de la trama hasta que fue descubierta.
El despliegue tecnológico jugó en este caso un papel esencial a la hora de mantener intactos unos movimientos de dinero fraudulentos y un blanqueo de capitales prácticamente inédito en nuestro país. ¿Cómo se hizo?
Larratruk: de los datáfonos a los cajeros falsos
A la hora de recibir los pagos, todo club de alterne se encuentra con dos problemas. En primer lugar, que los bancos nunca les suministran datáfonos para no incurrir en actividades de blanqueo de capitales. En segundo, que, si el club en cuestión no está en una zona medianamente céntrica de la ciudad, los bancos tampoco habilitarán cajeros cercanos por el mismo motivo de antes.
Así pues, la responsabilidad tecnológica del fraude fiscal y blanqueo de capitales en esta trama tuvo un nombre propio: Larratruk, una empresa guipuzcoana que se encargaba de suministrar a todos los clubes de alterne asociados los datáfonos para gestionar los pagos que los clientes hacían a las prostitutas.
Lo más curioso de todo esto es que, en realidad, ninguno de los clubes aceptaba pagos con tarjeta de crédito, sino que todo el proceso era algo más rebuscado. Cuando un cliente quería hacer un pago y no disponía de dinero en efectivo, las prostitutas les ofrecían una curiosa forma de obtener dinero: a través de sus falsos cajeros.
Los clientes pagaban a través de un datáfono para que el club les diera ese dinero en efectivo
En primer lugar, los clientes tendrían que hacer un pago con tarjeta a través del datáfono que se les daba. Si el cliente iba a gastarse 300 euros, por ejemplo, en el datáfono se gestionaba un cobro de 330 euros, ya que cada club aplicaba una 'comisión' del 10%. Como los datáfonos eran de Larratruk, que sí había gestionado su adquisición a los bancos simulando otra actividad, la operación podía hacerse sin problema.
Una vez hecho el pago con tarjeta, el cliente en cuestión, recibo en mano, tenía que ir a que el propio club, ejerciendo de 'cajero', le diese en efectivo los 300 euros (los 30 ya habían 'desaparecido'). Ese sería el dinero con el que pagaría a la prostituta en cuestión. De cara a Hacienda, las empresas de la trama simulaban ejercicios de compraventa entre ellas para enmascarar su verdadera actividad, pero en ocasiones ni eso: si podían hacer 'desaparecer' ese dinero de cara al fisco, lo hacían.
Siguiente paso: cajeros falsos
Sin embargo, a medida que la actividad –y el innegable éxito– de estos cajeros iba aumentando, Larratruk vio una demanda de datáfonos difícilmente asumible sin levantar sospechas. Fue entonces cuando la empresa aumentó su desarrollo tecnológico y pasó a diseñar sus propios 'cajeros automáticos'.
En su momento no se dio mucha cobertura al respecto, pero las fuentes policiales que más información suministraron hablaban de que Larratruk habría desarrollado, por su cuenta, unos aparatos estéticamente idénticos a los datáfonos, pero con un funcionamiento ligeramente distinto.
Como estos dispositivos no contaban con las habituales pasarelas de pago que los bancos suministran a los datáfonos legales, el procedimiento cambiaba: en estos casos el falso datáfono no gestionaría un pago tal cual, sino que leería los datos de la tarjeta y, a continuación, le haría un cargo por el importe solicitado (más su comisión del 10%), del mismo modo que las empresas legales aplican ciertos cargos a sus clientes de manera periódica.
El datáfono no hacía un cobro, sino que leía los datos de la tarjeta y luego le cargaba el importe
Una vez comprobado que el cargo había sido realizado de manera satisfactoria, el club proporcionaba de nuevo a sus clientes el dinero en efectivo con el que pagaban a las prostitutas.
Pero en algunos casos, según contaron fuentes policiales, la sofisticación iría todavía más allá, ya que algunos clubes contaban con grandes dispositivos físicos, del mismo tamaño y apariencia que un cajero automático, que en realidad utilizaban una tecnología idéntica a la del datáfono. Eran esos 'cajeros' los que suministraban a los clientes los recibos con los que podrían retirar dinero en efectivo de mano de personas del propio club.
"9 de cada 10 clubes usaban Larratruk”
El nivel de sofisticación tecnológica de Larratruk llegó a tal punto que, en ocasiones, incluso desembocó en situaciones de lo más rocambolescas. En 2014, una empresa gallega llegó a interponer una reclamación legal para poder desgravarse el aparente IVA de las operaciones hechas a través de los falsos cajeros.
Y es que el entramado tecnológico de Larratruk fue, a todas luces, un momentáneo éxito. Según fuentes de la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales (UDEF) de la Policía, “nueve de cada diez clubes de alterne en España usan Larratruk”, lo que reflejaba su presencia en más de cien prostíbulos en toda España. De hecho, en cl club más rentable de toda la trama, el Paradise de La Jonquera, la UDEF llegó a requisar hasta seis dispositivos.
Al final, la sofisticación tecnológica de Larratruk fue precisamente la que condenó a la trama: la UDEF comenzó sus investigaciones precisamente a raíz de encontrar sus primeras pistas en un sitio tan llamativo como un foro de internet.
En dicho foro participaban un grupo de mujeres, que tras observar elevados cargos en su tarjeta de crédito familiar procedentes de una tal Larratruk, acabaron descubriendo la verdad: esos cargos correspondían a los gastos que sus parejas y familiares hacían en los clubes de alterne.
Y es que la tecnología aplicada al delito organizado y –en este caso– el blanqueo de capitales tiene ventajas, pero también inconvenientes: la ventaja es que la tecnología propia puede ayudarte a funcionar sin la vigilancia de los bancos; el inconveniente, que todo movimiento financiero digitalizado deja un rastro muy, pero que muy difícil de borra
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